Poemas del Libro

La grandeza de Dios
Al contemplar tu luz omnipresente,
mi espíritu estalla en santo fervor;
y en honra pura florece mi amor,
¡Oh Dios sublime, eterno y preeminente!
Por ti el ocaso se rinde a tu nombre,
se inclina el mar al oír tu rumor
y al son del viento proclama tu clamor
eres la fuerza que enciende a todo hombre.
En tu palabra florecen portentos,
ningún dolor silencia tu compás;
pues es tu gracia mi paz mi alimento.
Pinta mi vida tu radiante faz,
mi alabanza se eleva con aliento,
y sé que en ti no pereceré jamás.
Jesús, el gran Capitán
Oh gran Capitán, tu rumbo iluminas,
acoge en tu amparo mi pobre anhelo;
mas con ternura curas todo celo,
cuando en mi alma tus designios examinas.
Fuiste luz certera en sombras mezquinas,
abres al débil reposo santificado;
queman las ansias, el desaliento arrasado,
que en tu verdad han hallado fe sin ruinas.
Eres la roca donde el alma se inclina,
Rey soberano que al justo das fuero;
tu nombre en canto se exalta con ardor.
Del vil abismo tu mano me encamina,
pues tu victoria renueva mi sendero,
¡Oh gran Capitán, mi Rey y Salvador!


Al Dios de gracia
Tu gracia, oh Dios, es manantial latente,
inagotable don de un tierno abrigo;
en sendas grises alzas al caído,
y en llanto abres la fe al alma doliente.
No existe culpa que tu amor no afrente,
ni herida en que no obre tu latido;
al fin la noche cede conmovido
al nítido fulgor de tu corriente.
Me atengo a ti: la provisión se expande,
tu mano tierna cincela mi sendero;
de paz y gozo mi existencia ablande.
Oh Dios de gracia, guardián, fiel compañero,
con gratitud mi corazón se ensanche,
pues te hallo en todo, bondadoso y vero.

La amada novia del Señor
Cual virgen pura engalanada en gracia,
la iglesia en fiel pureza se presenta;
ante su Rey, su corazón sustenta,
y en su Palabra halla eterna eficacia.
En comunión florece la constancia,
del pueblo santo que la fe alimenta;
en su fervor la esperanza acrecienta,
amor sellado en divina fragancia.
Cristo, su Esposo, la cubre de gloria,
y, por su sangre, se sella la unión;
lo eterno abriga su cálida historia.
Con su ferviente y santa devoción,
la amada novia resguarda victoria,
cantando al Verbo en plena adoración.
No te rindas
No te rindas, oh fiel, que el día alumbra
cuando las sombras rondan tu sendero;
en su Palabra hallarás un lucero,
y tu esperanza por gracia se encumbra.
Aunque en silencios tu corazón zumba,
no temas: Cristo ciñe tu esmero;
guarda la fe que en su fuego es primero,
y en la tormenta la duda sucumba.
El viento fiero no apaga su llama,
ni el valle oscuro ahoga su ternura;
Su mano es fuerte y su voz te reclama.
¡No te rindas! Su amor todo lo cura,
por ti se abate la angustia que clama,
pues en su amparo tu alma se asegura.


Allá anhelo verte
Anhelo hallarte en fulgor soberano,
oh Cristo amado, mi eterno lucero;
donde no habrá quebranto ni aguacero,
ni duelo impida tu reino cercano.
La tierra cede en su vagar humano,
pues tu promesa alumbra mi sendero;
hallé la paz que anuncia tu venero,
y el gozo a ti me enlaza cual hermano.
¡Allá anhelo verte! Do mi alma confiada
enciende un canto de gloria infinita;
huye la sombra y yace derribada.
Crece mi fe de manera exquisita,
pues ante ti la vida es renovada,
y tu esplendor mi alma glorifica.